Patrones de CharterAlia

Listado con una pequeña minibio de los patrones de CharterAlia

Pasion Veleros y catamaranes. La historia de CharterAlia

¡Hola! Soy José Navas-Parejo, gracias por seguirnos. En estas líneas podrás leer como di un cambio radical a mi vida, aprendiendo a navegar y a perseguir mis sueños. Acabé fundando CharterAlia y viviendo en un barco.

Cuando ya cargaba con treinta y tantos años a mis espaldas, descubrí esta nueva pasión tardía en mi vida que es navegar a vela. Por entonces pasábamos una mala racha en la empresa de telecomunicaciones que había creado mientras acababa la carrera. Prácticamente esa empresa fue mi vida durante 15 años. Éramos unos chavales universitarios cuando la echamos a andar. Mucho esfuerzo y sacrificio que definitivamente llegó a un triste final.

Desorientado, desanimado y plagado de deudas decidí tomarme un año sabático para salir de Matrix y dedicarme en cuerpo y alma a aprender a navegar y a olvidar el mal trago, con la esperanza de dejar los malos momentos atrás. Durante años me había atraído la idea de aventura, libertad y paz que imaginaba cuando veía un velero navegando "alejado del mundanal ruido". Había empezado varios libros náuticos que nunca tuve tiempo para terminar. Como los sueños que todos tenemos, que siempre pensamos que algún día realizaremos, pero que poco a poco van quedando atrapados por la inercia de la rutina diaria y las obligaciones que nos imponemos a nosotros mismos y se van difuminando a lo largo de nuestra vida.

puesta de sol Ibiza
Mi primer velero fondeado a la puesta de sol

Desde el primer día descubrí que navegar a vela era extremadamente adictivo, no solo por el contacto directo con la naturaleza y el mar, sino también por la cantidad de factores que influyen y sobre todo por la medición prácticamente instantánea que puedes hacer de los resultados obtenidos, ya que cualquier pequeño ajuste en el barco influye en su velocidad, junto con los elementos externos. Es una disciplina ideal para autodidactas y quijotes hiperactivos.

Pero no solo navegar a vela fue lo que me cautivó, sino que el modus vivendi, el día a día de la incómoda pero gratificante vida en el barco era sencillamente perfecto para una persona con mis inquietudes. Me mantenía la cabeza continuamente ocupada, y por tanto libre de otros pensamientos negativos. Cuando por fin tenía un minuto de relax, estaba tan cansado física y psicológicamente que solo podía pensar en dormir y descansar. Nunca antes había dormido tan profundamente, a pesar de que también sufría algún sobre salto nocturno con el ancla.

Mi primer velero

Fue al principio de 2010 cuando decidí dejar de ser cartógrafo y convertirme en explorador. Había hecho un par de salidas de pocas horas en velero y parecía que la cosa tiraba. Para pagar las deudas de la maltrecha empresa tuve que re-hipotecar mi casa y con un piquito que sobró compré mi primer velero: un pequeño barco de 7 metros de eslora, con pocas condiciones de habitabilidad y bastante espartano. Me decidí por este modelo porque se podía transportar en un remolque y pensé que así me ahorraría el coste del puerto. Poco a poco lo fui dotando de equipamiento y elementos de seguridad y confort que iba encontrando a buen precio en las webs de segunda mano. Todo el confort que un barco de 7 metros permite tener, que no es mucho. Con 50 litros de agua dulce de capacidad máxima en los tanques y sin cuarto de baño, ya os podéis imaginar las virguerías que tuve que hacer para poder vivir medio decentemente. Sin embargo, esos primeros meses en los que me lancé a la aventura, basando mi estrategia de aprendizaje en el método prueba-error, tan infalible como peligroso, los recuerdo todavía con una tremenda emoción y cariño. Ahora sí que tenía tiempo para leer y aprender. Estaba entregado en cuerpo y alma a este nuevo proyecto. Leía cualquier libro sobre vela que cayera en mis manos y sobre todo a través de varios foros de internet iba aprendiendo la "teoría". Probablemente viví algunos de los días más duros de mi vida, pero a la vez los más emocionantes. Con una sensación de superación personal prácticamente diaria y unas ganas de vivir y seguir avanzando que no había conocido antes.

velero remolque transportable
Este fue el día de la botadura de El Iluso, mi primer velero

Todo esto prueba que salir de tu zona de confort te ayuda a alcanzar la felicidad, o al menos a aproximarte a ella. El cómodo sillón de casa y la batamanta están muy bien, pero a medio-largo plazo te acomodan y pierdes el instinto de superación y resolución de problemas para el que antropológicamente estamos programados y eso nos hace entrar en un bucle de rutina y preocupaciones menores que, al no tener problemas reales, acabamos convirtiéndolos en auténticas pesadillas.

Desde Malaga a Ibiza

El primer año estuve 6 meses embarcado, viviendo a bordo del pequeño Iluso. Salimos mi amigo Víctor Roda y yo de Caleta de Velez, en Málaga. Mi compañero de aventuras desembarcó en Ibiza, después de 7 días de navegación y 500 problemas a bordo. Tras un largo y merecido descanso seguí ya en solitario descubriendo y explorando el resto de las Baleares. En Ibiza pasé un mes, y quedé maravillado de las aguas de Formentera y las condiciones ideales para navegar y fondear que presentaba la isla. A diferencia de la costa del mar de Alborán, en Andalucía, que no ofrece prácticamente ninguna cala de abrigo hasta llegar al cabo de Gata.

Velero de Ibiza a Formentera
En esta laguna de agua salada que se forma entre el norte de Espalmador y el islote de La Torreta, justo entre Ibiza y Formentera, pasé unos días inolvidables

Travesía a Mallorca, con rata a bordo

Nunca antes me había sentido tan libre como dentro de esos 10 m2 de barco. Desde Ibiza salté a Mallorca, en una travesía que siempre recordaré. La noche anterior había fondeado en Tagomago, una islita al este de Ibiza que es el punto más cercano a Mallorca. Es una isla privada de un millonetis alemán al que le gusta el famoseo y tiene la isla medio militarizada. Aún así me las apañé para fondear muy cerca de la orilla, ya que es una zona muy profunda.

A la mañana siguiente cuando estaba cruzando el canal de Mallorca, en el punto medio, justo entre Ibiza y Mallorca, en una cómoda ceñida con 14 nudos de viento real, veo un gorrión posado sobre el balcón de proa. Pero, ¿un gorrión con rabo? ¡Era una rata!

Se ve que ante la falta de basura en la isla, el animal se había lanzado a nadar hasta mi barco, atraída probablemente por el olor de la cena que me estuve preparando la noche anterior. Me las apañé para golpearla con el bichero y cayó al agua panza arriba. La pobre se ahogó a buen seguro, pero ¿qué otra opción tenía? de haber entrado dentro del barco la habría tenido de polizona permanente durante el resto de mi viaje.

En Mallorca, ya sin rata, también me lo tomé con tranquilidad. Circunnavegué la isla dos veces durante todo un mes. Una isla preciosa, pero con los peligros de la tramontana, un viento de componente norte, que incluso en verano te las puede hacer pasar canutas. Una noche en la bahía de Soller, al norte de Mallorca, entró un minitornado que nos hizo garrear el ancla a casi todos los barcos que estábamos fondeados en la bahía. No fui el único que pasó la noche en blanco y la verdad es que no estuvo mal pasar un poco de apuro para ir acostumbrándome a lo que me esperaba en el estrecho de Bonifacio, entre Córcega y Cerdeña.

Bonifacio es una zona muy delicada desde el punto de vista náutico, al igual que el estrecho de Gibraltar y casi todos los estrechos en general. Al estrecharse el espacio de mar entre dos zonas de tierra, provoca lo que se conoce como un efecto venturi, es decir, un embudo que el viento debe atravesar para llegar al otro lado, y esto hace que el viento se acelere enormemente.

velero Ibiza gennaker
En Mallorca estuve probando el gennaker, una vela un poco compleja de marear, sobre todo en solitario. ¡Qué preciosidad, mi barquito!

El gran salto desde Mallorca a Cerdeña

A finales de julio realicé la travesía desde Es Trenc, al sur de Mallorca, hasta Cala Tamariglio, en el parque natural de Capo Caccia, muy cerca de la ciudad de Alguero, al noroeste de Cerdeña. Fueron 3 días con sus 3 noches en alta mar, bajo todo tipo de condiciones. Calmas, ventolinas, algunas buenas horas de vientos entablados y lo peor, un intenso chubasco tormentoso con vientos muy duros y aparato eléctrico que provocó unas olas considerables y me hicieron pasar los peores momentos de mi vida. A eso de las 6:30 am del segundo día sentí un enorme chasquido, seguido de una explosión y una luz cegadora. Había caído un rayo a escasos 100 metros de mi velero. Todavía recuerdo el olor de la electricidad estática en el ambiente y se me ponen los pelos de punta. Llovía a mares y estaba empapado. Nunca olvidaré la imagen de estar con la cabeza agachada mientras me caía el diluvio universal. Estaba casi paralizado por el miedo. Observaba con la mirada perdida, medio hipnotizado, como el agua de lluvia caía a la teka de la bañera desde mi nariz. Primero con un goteo constante, luego convertido ya en un chorreón continuo. Por suerte el chubasco fue perdiendo fuerza poco a poco. No creo que ni el barco ni yo hubiésemos aguantado mucho más. Además, aunque el viento amainó, dejó la mar revuelta durante el resto del día. El pobre Iluso solo desplaza 2.000 kilitos de nada y entró en modo coctelera, lo que dificultaba enormemente la navegación y hacía la vida a bordo casi imposible. Además el motor del barco es un motor fuera borda, de solo 9CV, que casi no podía avanzar contra la fuerte marejada y cada vez que alcanzaba la cresta de una ola, la hélice quedaba fuera del agua y cavitaba. Para colmo el piloto automático no era lo suficientemente ágil como para negociar esas olas enormes, por lo que me veía obligado a estar a la caña y gobernar el barco manualmente, sin poder soltarla ni un segundo, para comer o secarme o refugiarme en la cabina.

velero en Cerdeña
Fondeado en Capo Caccia, recién llegado a la isla de Cerdeña.

Nunca he probado las drogas duras, pero dudo que una sustancia artificial pueda provocar el subidón que sentí a mi arribada a Cerdeña, después de 72 horas casi sin dormir ni descansar desde que levanté el fondeo al sur de Mallorca. Me sentía volar. A pesar del cansancio acumulado casi no podía dormir de la emoción.

Una vez recuperado y crecido por haber superado la dura travesía, desaté toda mi energía, que se retroalimentaba incombustiblemente de las sensaciones que estaba viviendo. Recorrí todo el norte de Cerdeña, la costa esmeralda, cada pueblo, cada cala. A los puertos solo entraba un momentito para cargar agua y comprar algo de comida y seguía ruta. Siempre dormía fondeado, al ancla, frente alguna playa solitaria y sin casi ningún otro barco, bajo las estrellas, sin apenas contaminación lumínica y estudiando la carta para preparar la derrota del día siguiente.

Tras unas semanas en Cerdeña salté a Córcega a recoger a unos amigos. En esos días estaba previsto la llegada de un temporal duro de mistral, acelerado por el estrecho de Bonifacio. Sin embargo el temporal se adelantó y me pilló de lleno en plena travesía. Otro día duro, que aunque fueron pocas horas, también lo pasé realmente mal, pero seguía aprendiendo, conociendo, experimentando, alimentado mi necesidad continua de estar ocupado. En Córcega estuvimos casi dos semanas y antes de volver a Cerdeña pasamos por todas y cada una de las islitas que jalonan el paso de Bonifacio, entre Córcega y Cerdeña: desde Piantarella en Córcega, fondeamos en Cavallo, solo a comer. Pusimos proa a las increíbles Lavezzi donde pasamos una noche inolvidable. Al día siguiente seguimos hasta el estanque de aguas turquesas que se forma entre tres islitas: Santa María, Razzoli y Budelli. Y luego saltamos hasta las famosas islas de La Maddalena y Caprera. Un paraíso bastante mejor conservado desde el punto de vista natural que las islas Baleares, y en pleno Mediterráneo.

Vuelta a casa con etapa en Menorca y Cabrera

Seguí resbalando por la costa de Cerdeña hasta que bien entrado septiembre varias tormentas y noches complicadas me hicieron darme cuenta que era el momento de volver a casa y poner un punto y seguido en mi aventura. Puse proa hacia Menorca, donde llegué justo al comienzo de una semana de lo que conocemos como el veranillo del membrillo. La travesía de vuelta fue mucho más benévola que la de ida. De hecho hizo tan poco viento que me vi obligado a poner el motor durante casi todas las millas. Navegar a motor viene a ser como el sexo sin amor. Cuando no hay más remedio, no está mal, pero es incomparable a navegar a vela. En aquellos días estaba completamente integrado con el barco. Habían pasado ya casi cinco meses desde que solté la amarra en el muelle de Caleta de Velez en Malaga. Estaba a son de mar. Me sentía mucho más experimentado, sin ningún miedo, pero a la vez sin perder el respeto al mar.

A finales de septiembre disfruté de un tiempo maravilloso, volví a poder pasar la mayor parte del tiempo fuera, navegado y fondeando en las calas de Menorca. Pero no podía quedarme para siempre. Muy a mi pesar Menorca era una etapa más de mi regreso hasta Málaga y tenía que llegar antes de que el anticiclón de las Azores perdiera toda su fuerza y permitiera la entrada de las borrascas del Atántico que generarían vientos fuertes de poniente, del oeste, justo en contra de mi rumbo. Así que desde Menorca salté a Mallorca y decidí parar una noche en Cabrera. Una islita al sur de Mallorca, que aun con todo lo que llevaba vivido ese verano, me pareció la isla más mágica de todas. La perla del Mediterráneo. Llena de historia y conservada como ninguna gracias a que se convirtió en parque natural y ahora para poder navegar y fondear en sus aguas se necesita un permiso especial. Gracias a mi precaria pero efectiva conexión a internet pude gestionar los permisos desde Menorca.

velero en Cabrera
Aquí podéis ver mi velerito fondeado frente a la isla de Cabrera, al sur de Mallorca

Vuelta a la península y Malaga

Dejé por popa Cabrera con bastante pena y con el convencimiento de volver con tiempo en un futuro, y arribé a Ibiza después de 15 horas de navegación a vela. Los días empezaban a hacerse cortos y anochecer antes de las 8 de la tarde. El agradable fresco de la noche ya era frío y las condiciones de navegación cada vez peores, así que después de una sola noche en Ibiza donde repuse agua y víveres seguí mi ruta en dirección a la isla de Portichol, justo frente al cabo de la Nao, para seguir descendiendo rumbo Sur por la península ibérica. Pasé dos días en el Mar Menor, para fondear al socaire de la isla Perdiguera, otro paraíso, tan cercano y tan desconocido por mí hasta esos momentos. Escapé del Mar Menor por el canal del Estacio, bajo el puente levadizo, doblé el cabo de Palos y puse rumbo al Cabo de Gata. Fueron largos días de navegación, con más motor de lo que me habría gustado, pero tenía que cubrir 50 o 60 millas diarias y volvía a escasear el viento durante esos días. Doblé Gata y decidí entrar al club de mar de Almería para encontrarme con algunos amigos. El recibimiento fue espectacular y disfrutamos muchísimo. Me encontraba a tan solo dos días del punto de partida en Málaga. Intenté aprovechar los vientos portantes de levante de esos días y realicé las 120 millas que me restaban a vela, sin arrancar el motor ni un minuto. Estuve fondeando en la costa tropical de Granada, en la Herradura, y ya en la provincia de Málaga, frente a Maro y Nerja. Estaba repleto de sentimientos encontrados porque después de seis meses viviendo en un barquito de 7 x 2 metros y menos de 1,70 metros de altura veía que la aventura llegaba a su fin. Por otro lado me apetecía disfrutar de las comodidades de tierra: duchas interminables de agua caliente, un WC como es debido, Internet de alta velocidad y electricidad sin límites.

Cubierta velero Mallorca
Aquí estoy llegando a Malaga

Al llegar a Málaga casi no me lo podía creer. Había pasado auténticas penurias, pero a la vez había vivido la mayor aventura de mi vida, había aprendido, disfrutado, experimentado y vivido al máximo. Pero lo más importante es que además de aprender a navegar y cumplir un sueño, había evolucionado como persona. Mis prioridades y objetivos en la vida habían cambiado radicalmente. En aquellos momentos no sabía muy bien cómo ni de qué manera, pero tenía clarísimo que ya no podría volver a mi vida anterior.

Pasé el invierno gracias a la "metadona" de la montaña y la vida en Sierra Nevada. Soñando nuevas rutas, para continuar el año siguiente donde lo había dejado. Sin embargo, a los pocos meses, Ariel, uno de los comerciales de catamaranes Lagoon que había conocido durante mi asistencia al salón náutico de Barcelona y con el que había conectado muy bien, me llamó para invitarme a realizar mi primera travesía atlántica. Durante la feria de ese año, Ariel había vendido un gran catamaran Lagoon 400 y quería ofrecerme a ayudarlo a traer el catamaran navegando desde el astillero, situado en la Bretaña francesa, en la costa atlántica, hasta Ibiza. Una travesía en pleno invierno de tres semanas y dos mil millas, en rumbo directo a La Coruña, doblando Finisterre y luego toda la costa de Portugal hasta llegar a Huelva y cruzar el estrecho de Gibraltar. El resto de la ruta desde Málaga a Ibiza ya me era muy conocida.

olas de 6 metros desde el barco en el Atlantico
Aquí estoy en el mar Cantábrico, con olas de 6 metros y vientos de 40 nudos a bordo del catamaran que estábamos trasladando a Ibiza. Sí, sí, sonrisa forzada para la foto, pero en el fondo los llevaba de corbata

Los primeros pasos en la actividad profesional

Acepté la invitación de Ariel sin pensármelo y la dureza del viaje fraguó una amistad y una conjunción de intereses que me puso al frente de uno de sus catamaranes para trabajar de patron en Ibiza durante el siguiente verano. Fueron nuevas aventuras y experiencias, quizá más humanas y algunas más banales que las del Iluso el año anterior, pero que me proporcionaron las tablas y el conocimiento del oficio náutico necesario para decidirme a re-re-hipotecarme hasta las cejas y comprarle al propio Ariel su catamaran y convertirme así en emprendedor de alquiler de barcos en Ibiza.

Ese invierno fue clave por varios factores. Me puse las pilas y saqué los títulos náuticos deportivos que me faltaban, los cursos necesarios, prácticas y por último la titulación profesional necesaria para poder trabajar como capitán profesional.

patron catamaranes Baleares
Llegando a Ibiza con el catamaran en pleno invierno

Fundamos CharterAlia, empresa de alquiler de barcos en Ibiza

Además me pasaba de diez a doce horas diarias construyendo la página web de CharterAlia, esta que estáis leyendo ahora. Poco a poco fuimos subiendo en Google gracias al contenido de calidad que despertaba el interés de nuestros clientes potenciales y lectores. Nuestra elevada visibilidad en los buscadores hizo que otros armadores particulares, propietarios de veleros que deseaban ofrecerlos para alquiler en Ibiza, pero que no encontraban clientes, fueran contactando con nosotros para ofrecernos la gestión de sus veleros y catamaranes. Y así fuimos creciendo, bastante rápido, hasta hoy. En 2016, solo 4 años desde que decidí intentar convertir un sueño en realidad, contamos con una flota mixta de 45 embarcaciones, sumando los barcos en propiedad y los barcos en gestión exclusiva, con 20 barcos en Ibiza, 15 en Mallorca y 10 en Menorca.

Flota de barcos de CharterAlia en Ibiza
Parte de la flota actual de CharterAlia

Lo más importante es que a pesar de haber transformado una pasión en mi profesión, todavía sigo disfrutando como el primer día cuando salgo a navegar a vela con mis clientes e intento transmitir esa ilusión. Podría vivir en un cómodo apartamento en Ibiza y buscar una oficina cercana. Sin embargo vivo y tengo la oficina montada en uno de los camarotes de nuestros catamaranes, en el que todavía trabajo como capitán y espero seguir trabajando durante muchos años. Es el mejor trabajo y el más gratificante que he tenido en mi vida.

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CharterAlia en los medios

Al finalizar mi primera temporada en 2013 realicé este vídeo como agradecimiento personal a todos nuestros clientes. Luego seguí la tradición cada año. Espero que os guste y quien sabe, quizá aparezcáis vosotros en el vídeo del año que viene!

Video resumen de la temporada en Baleares en 2013


¿Queréis ser los protagonistas del próximo vídeo?

Por Jose CharterAlia

Edorta Patron de CharterAlia

¡Hola! Me llamo Edorta y desde siempre me ha apasionado la mar. Nací en un lugar donde los barcos formaban parte del modo de vida de mucha gente. Cuando era niño, en la ribera del Nervión, se construían pequeñas embarcaciones tradicionales de madera, botes de remos, traineras y gasolenos. También se hacían pesqueros de muy diferentes tamaños y artes, se construían mercantes, gaseros, superpetroleros. Si eres de Portugalete, ¡siempre tienes una aventura que contar y seguro que hay un barco de por medio!

Patron Edorta para CharterAlia barcos para alquiler en Ibiza
No podía imaginarme más feliz en cualquier lugar que no sea el mar.

Patron de CharterAlia

¡Hola! Me llamo Ignacio, nací en Granada y tengo 45 años, pero no me llames Ignacio sino Nacho, me siento granadino y mi cabeza sigue pensando que tengo 25 años.

En CharterAlia somos propietarios directos de todos nuestros barcos Tambien catamaran Lagoon 400 Contrata con el propietario final
En CharterAlia somos propietarios directos de todos nuestros barcos. También el catamaran Lagoon 400. Siempre aconsejamos alquilar con el propietario final.

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